domingo, 29 de enero de 2012

El latín, ni para las plantitas

Leo, entre alarmada y asombrada, esta noticia, publicada en EL PAÍS y supongo que en todos los medios:
"Desde el 1 de enero, los descubrimientos de nuevas plantas no deberán ir acompañados de una descripción en latín. El Código Internacional de Nomenclatura Botánica acaba con una tradición de 1935 por anacrónica. Los investigadores podrán elegir entre el latín y el inglés para ahorrar tiempo".

A mí siempre me gustaron, desde pequeñita hablo, los nombres científicos de los bichos y de las plantitas. Que digo me gustaron, me encantaban. Era como entrar en el alma de la cosita: no era lo mismo leer "la mosca del vinagre" que "drosófila melanogaster", que eso la definía como un animalito amante del rocío, que para más tenía el abdomen oscurillo.

Drosophilas
Si confeccionábamos para la asignatura de Biología aquellos bonitos herbarios, cuánto nos gustaba más el humilde laurel conociendo, a través de su nombre, dafnis dafnis, que hace muchísimo tiempo había sido una muchacha tan importante y hermosa que se había permitido rechazar a un dios. Mi favorita era, por sugerente y misteriosa, la euphorbia regis-jubae, nombre sobre el que llegué a hacer miles de elucubraciones y cuyo significado sigue siendo impenetrable para mí.

Euphorbia regis iubae


La taxonomía, o código internacionalmente aceptado para nombrar a todos los seres vivos, tiene, mejor dicho tenía, convenciones tales como "La nomenclatura zoológica requiere que a los nombres científicos, independientemente de su origen lingüístico, se les asigne un nombre en latín", bien inteligentes, a mi entender, puesto que todos los seres humanos, independientemente de nuestra lengua materna, podíamos averiguar de qué especie se trataba solo con un somero conocimiento de la lengua latina.

"Los nombres de nivel familia son plurales, deben iniciarse siempre con mayúscula y deben presentar terminaciones concretas para cada categoría, que son obligatorias y específicas de ellas, para que resulte fácil reconocer a qué categoría taxonómica pertenecen". Terminaciones que también proceden del griego o del latín, claro, y que la taxonomía supone reconocibles por todos y todas.

"Los nombres de nivel género son sustantivos singulares de dos o más letras, en caso nominativo. Deben estar adscritos a uno de los géneros gramaticales latinos (masculino, femenino o neutro) y deben escribirse siempre en un tipo de letra diferente al texto normal en que se encuentran, en cursiva cuando el texto está escrito en regular y regular cuando el texto está escrito en cursiva".

acantopterigio
En caso nominativo. Yo creo que ya vamos acercándonos al problema. La tradición, ¿es anacrónica? Anacronismo es, según la RAE, "incongruencia que resulta de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde".  Lo intemporal, o lo que queremos que sea intemporal para que trascienda a su tiempo, no es anacrónico. No. El problema es que los científicos a lo mejor no saben qué es eso de "en caso nominativo". Y, a lo peor, tampoco aquello de "género gramatical". A mí me da mucha pena que los científicos no sepan latín, igual que me da mucha pena que los filólogos no sepan hacer ecuaciones.
Y me da repeluco lo de "ahorrar tiempo". ¿Tantas especies se descubren a diario que no pueden los investigadores dedicar un ratito a la -para mí- preciosa tarea de buscarle un nombre apropiado y sugerente? ¿Tanto se tarda en consultar a un latinista o helenista?
Los no angloparlantes, de todos modos, tendremos que consultar, porque parece que la única alternativa para ese ahorro de precioso tiempo es el inglés.  Consultado mi gato, dice que prefiere que lo llamen felis silvestris catus que, por ejemplo, "happy" wild cat.

Cuando yo era una niña, y no sabía si iba a ser doctora o licenciada en filología, me hacían soñar nombres tan bonitos como "acantopterigio". Qué pena si a partir de ahora pasan a llamarse "bone-wings", aunque ¿seguro? que todo el mundo lo entiende.